Colossal (Review)

Original y divertida, Colossal (Ella es un monstruo) habla sobre uno de los problemas modernos menos discutidos en el cine: el alcoholismo.

En el 2015, de acuerdo con estadísticas oficiales, el alcoholismo fue la cuarta causa de muerte entre jóvenes en Estados Unidos y la adicción más prevaleciente en México. Pero, decirlo así es aburrido.

Más bien, lo que el español Nacho Vigalondo salió a hacer (al menos desde mi perspectiva) es contar una historia cómica y muy bien elaborada no del combate al alcoholismo por parte de la sociedad, sino por parte de un individuo.


Contiene spoilers


En originalidad, esta película se lleva un mérito particular. Consigue hablar de algo muy serio sin hacerlo aburrido, dramático o condescendiente.

La película comienza con la ruptura de la relación de Gloria (Anne Hathaway) pero la pelea con su novio nos habla algo previo. Más bien el suceso que causo las noches de alcohol desenfrenado y blackouts de Gloria fue su pérdida de empleo. De acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estado Unidos, si existe predisposición genética por el alcoholismo, este puede comenzar cuando suceden situaciones externas de alto estrés.

Gloria regresa a su pueblo natal, en dónde el aburrimiento, al principio, le gana gran parte de sus energías.

Pero, como todo buen alcohólico, nuestro personaje principal encuentra personas con un gusto por la bebida. La trama nos lleva hacía la misma conclusión lógica a la que llega Gloria: por más contraproducente que parece, debes aceptar el trabajo en un bar y la ayuda de tus amigos. El hecho de que el tono de la película muy sutilmente nos recuerda de su problema con el alcohol es de aclamarse: no te da tiempo para ponerte defensivo. ¿Qué tiene de malo un par de cervezas?

Tal vez está de más, pero la asociación del alcohol con la diversión y el sexo está bastante estudiada. De acuerdo con el mismo NIH, en el 2015 el 27% de los adultos mayores a 18 años reportaron haber tomado en cantidades “colosales” en el último mes, un cuarto de ellos de manera “cotidiana” (4 veces o más por semana).

La epifanía de Gloria llega justamente en el momento en que “descubre” a su monstruo. Tras caminar a su casa después de una larga noche de tomar, pasa por un parque, en dónde por arte de magia se convierte en un monstruo que aterroriza a Seúl. Al día siguiente, el desastre dejado atrás por el monstruo es evidente y triste para Gloria, pero (obviamente) ajeno.

Esta es la analogía más importante de toda la película y tras la cual todo el trama se desencadena. Como comúnmente sucede con el alcoholismo, el daño que se causa a terceros no es internalizado por el que se toma las cubas. Es como vivir en una realidad alterna, en las que no embonan del todo las consecuencias con las decisiones.

No es hasta que Gloria investiga un poco y va al parque a hacer una serie de movimientos chistosos, que puede ligar sus actos con sus consecuencias. Desde el punto de vista de la historia, utilizar un monstruo para esto es poderoso: en tiempo real Gloria puede ver esa causa y efecto. Mueve un pie y mata a miles. Intervención mágica instantánea: no más alcohol.

Pero justo a tiempo para detener el nuevo espíritu de sobriedad de Gloria, aparece nuestro villano: Oscar (Jason Sudeikis), quien era su amigo del bar y que descubre que también puede destruir a Seúl (es un robot gigante cuando pasa por el mismo parque). Pronto, encuentra la debilidad de Gloria y usa sus nuevos poderes para controlar a nuestra protagonista. La analogía no podría estar más clara.

Cuando el ex-novio de Gloria regresa para reconciliarse, le es imposible porque Oscar esta en control total. Gloria se convierte en un “caso perdido” para los buenos que ven desde afuera (incluyendo un amigo de Oscar que no tiene el coraje para detenerlo).

El resto de la película bien podría ser la típica trama de persona luchando sus batallas internas para sobrepasar a la adicción. Sin embargo, en dónde películas menos creativas te enseñarían a la protagonista en un manicomio, Vigalondo muestra varias escenas divertidas de un monstruo y un robot en plena pelea sobre Seúl.

Para este entonces, el desenlace parece venir de manera natural.

Gloria, como cualquier otra persona combatiendo una adicción, tiene que buscar la fuente de sus monstruos y matar al malo desde ahí. La genialidad de aterrorizar Seúl es que solamente hasta que Gloria viajó a la fuente pudo derrotar a nuestro villano: estando ahí, el monstruo apareció en su pueblo y pudo matar al diminuto Oscar.

La mención en una corta escena de la infancia de Gloria nos hace pensar que su condición es hereditaria, pero la moraleja es sencilla: aunque parezca una batalla difícil y confusa, las adicciones no son imposibles de vencer.