La Personalización del Voyeurismo

Un (interesante) artículo de New Yorker explora un importante tema de la actualidad: la disyuntiva entre privacidad y los beneficios de un mundo más abierto.

Gay Talese describe a un ciudadano complejo que en cualquier otra circunstancia sería poco valioso desde el punto de vista periodístico, pero que en sus palabras “carga con un peso enorme”. El personaje en cuestión es Gerald Foos, un ex militar y “curioso” voyerista que compró un motel con el único propósito de espiar a sus ocupantes durante sus momentos más íntimos. A lo largo de varios años, Foos presencio cientos de actos sexuales, peleas y hasta un homicidio.

Además de un par de hechos que parecen venir directo de una película: nunca lo atrapan en el acto y comparte todo aún vivo y con posibles consecuencias legales, es curioso observar desde una óptica más el fenómeno del voyerismo.

Foos se considera un pionero, y en cierto sentido, un científico. De acuerdo con el relato, era motivo de orgullo su meticulosidad para registrar en libretas y “reportes anuales” todas sus observaciones. A pesar de conocer su peligro legal, creía que al observar a sus sujetos en un estado “natural” estaría haciendo eventualmente un bien público. La motivación principal, incluso por sus propias palabras era su obsesión de observar, pero uno encuentra maneras de justificar todo.

Es encantador descubrir que la persona que ponía a huéspedes “guapos” en cuartos para espiarlos mientras se quedaban en su hotel describe a los esfuerzos de espionaje de Estados Unidos como alarmantes.

No es cuestión de magnitud. La intromisión de la agencia oficial estadounidense (el NSA) no se compara con la de Foos: el primero tan solo archivaba, en el caso más escandaloso, metadatos de llamadas y correos (es decir, información básica sobre estas).

Tampoco es cuestión de permisos: gran parte del atractivo del experimento en el Motel Manor House es que los huéspedes nunca tuvieron conocimiento de que alguien los observaba.

Más bien le indigna que usen esa información de manera “ofensiva”. Es decir, el fin.

En este sentido Foos, a pesar de caminar con un bastón, tiene una mentalidad bastante milennial. ¿Qué es alarmante del espionaje de NSA para él y nosotros?

Particularmente dos cosas: 1) que lo hace un ente con poder y 2) que no observamos un beneficio contundente en el corto plazo.

Un problema en disfraz

La urgencia de proteger la privacidad no parece particularmente nueva (George Orwell bautizó al Gran Hermano en 1949). No obstante, un error del entonces autor fue considerar que la única forma de vigilar es desde un ente con poder todopoderoso.

Más bien, lo que ha tomado un rol más central en nuestra sociedad es el voyerismo personal. Es decir, la observación de nosotros mismos o de nuestro círculo más cercano.

A pesar de ser un voyerismo argumentablemente más intrusivo y con reglas poco claras (¿Quién lee una política de uso de datos?) no nos parece particularmente alarmante. ¿Entregar toda nuestra información a Google, Uber o Facebook? Claro, mientras obtenga a cambio un producto útil.

Asumimos que el poder de estas empresas es razonablemente limitado.

Tal vez eventualmente toda esta información arroje importantes descubrimientos para beneficio de la humanidad. Por ejemplo los datos de dispositivos personales podrían decirnos al fin si hay una relación directa entre uso de redes inalámbricas y tasas de cáncer.

Pero así como Foos, estamos justificándonos.